Evaluación de Suelos
Tema 2. Sistemas de evaluación de capacidades
de uso categóricos: Clases
agrológicas USDA, Soil Fertility
Capability Classification (FCC). Bibliografía.
Test.
Sistemas de evaluación de capacidades de
uso categóricos.
Se trata de sistemas de evaluación que van buscando la
idoneidad de los suelos para usos generales (cultivos, pastos y bosques)
pero no para usos concretos (maíz, patata, girasol, cerezo, etc). Al ser
categoricos establecen la clasificación a varios niveles o categorías, por
ejemplo, clase, subclase y unidad. Los más utilizados son las Clases Agrológicas
y el sistema FFC.
Clases agrológicas (Land Capability Classification)
El método fue elaborado por el Soil Conservation Service de USA según
el sistema propuesto por Klingebiel y Montgomery (1961).
Ha sido ampliamente
utilizado en todo el mundo con numerosas adaptaciones. Es un sistema categórico
que, en su versión original, utiliza criterios cualitativos.
La inclusión
de un suelo en una clase se efectúa de una manera inversa, es decir,
no buscando de forma directa la idoneidad, sino su grado de limitación
respecto de un parámetro en función de un uso concreto. Para clasificar
un suelo se utilizan un conjunto de caracteres. En un principio Klingebiel y
Montgomery utilizaron unos que definen la capacidad
productiva (intrínsecos:
profundidad del suelo, textura/estructura, permeabilidad, pedregosidad, rocosidad,
salinidad, manejo del suelo; extrínsecos: temperatura y pluviometría)
y otros que valoran la pérdida de productividad (pendiente del terreno
y grado de erosión). Pero los distintos autores que han utilizado
este método han ido cambiando los parámetros diferenciantes según
sus necesidades (se han introducido valores de materia orgánica, pH,
grado de saturación, capacidad de cambio de cationes, carbonatos, ...).
Además es frecuente que en su aplicación se introduzcan criterios
cuantitativos (se obtienen medidas de cada uno de los parámetros
y a cada clase se le asignan unos intervalos de cada parámetro).
Se consideran
cinco sistemas de explotación agrícola:
laboreo permanente,
labores ocasionales,
pastos,
bosques,
reservas naturales.
Se trata
de un sistema que busca la producción máxima con mínimas
pérdidas de potencialidad.
Se establecen
tres niveles de clasificación:
clases,
subclases,
unidades.
Se definen
8 clases con limitaciones de utilización crecientes desde la I (la
mejor) a la VIII (la peor).
- laboreo
permanente (o cualquier tipo de explotación). Clase I, suelos
ideales; clase II, suelos buenos pero con algunas limitaciones; clase III,
suelos aceptables pero con severas limitaciones
- laboreo
ocasional (o pastos, bosques, o reservas naturales). Clase IV
- no
laboreo, solo pastos o bosques (o reservas naturales) no recomendable
un uso agrícola por presentar muy severas limitaciones y/o requerir un
cuidadoso manejo; clases V, VI y VII)
- reservas
naturales (clase VIII).
Dependiendo
del tipo de limitación se establecen varias subclases de capacidad,
Klingebiel y Montgomery definieron cuatro
- e, para
riesgos de erosión;
- w, para
problemas de hidromorfía;
- s, para
limitaciones del suelo que afectan al desarrollo radicular;
- c, para
limitaciones climáticas.
Pero como
ha ocurrido con otros aspectos de esta clasificación los autores
que la han utilizado han definido otra serie de subclases.
Este sistema
presenta indudables ventajas aunque no carece de inconvenientes (muy fácil
y rápida; requiere pocos datos). Las clases son definidas con criterios
muy generales, sencillos y fáciles de comprender y adaptar a regiones
muy diversas, pero resulta difícil de aplicar con criterios objetivos.
Todos los caracteres que configuran la capacidad agrológica tienen idéntico
peso. Una misma clase engloba a suelos muy diferentes al ser un sólo
parámetro (el máximo factor limitante) el que clasifica al suelo
dentro de una determinada clase (en una misma clase podemos encontrar a un suelo
que le falla el espesor junto a otro cuyo factor limitante es la salinidad).
Con este sistema se obtiene una clasificación muy general de la capacidad
del suelo, ya que a veces se prescinde de numerosas características de
los suelos de indudable interés, pero tiene la ventaja de que no es necesario
tener un conocimiento profundo del suelo. Su utilización resulta ser
bastante subjetiva si bien se adapta bien a la experiencia del evaluador (si
se utilizan criterios cualitativos se hace muy rápida la evaluación,
no hace falta medir, pero los datos resultan ser difícilmente utilizables
por otro experto, por ejemplo si un suelo se clasifica dentro de una clase por
tener poca materia orgánica, el que ha clasificado sabe a lo que se refiere
pero el que lo lee no sabe que quiere decir “poca materia orgánica”,
¿<1%? ¿1%? ¿2%? ¿4%? y esto se evita utilizando
criterios cuantitativos, aunque estos tienen el inconveniente de que exigen
la medida en el laboratorio de las características del suelo).
Las principales
características de las ocho clases las relacionamos a continuación
(pero bien entendido que se trata de la descripción de las características
centrales de cada clase y que un suelo concreto no tiene que presentar
todas ellas).
Clase
I. Los suelos de la clase I no tienen, o sólo tienen ligeras,
limitaciones permanentes o riesgos de erosión. Son excelentes. Pueden
cultivarse con toda seguridad empleando métodos ordinarios. Estos suelos
son profundos, productivos, de fácil laboreo y casi llanos. No presentan
riesgo de encharcamiento, pero tras un uso continuado pueden perder fertilidad.
Cuando los
suelos de esta clase se emplean para cultivo, necesitan labores que mantengan
su fertilidad y preserven su estructura. Entre ellas se cuentan el abonado,
la aplicación de la caliza, las cubiertas vegetales o el abonado en verde
y también la aplicación de restos de la cosecha, además
de las rotaciones de cultivos.
Clase
II. Esta clase la integran suelos sujetos a limitaciones moderadas
en el uso. Presentan un peligro limitado de deterioro. Son suelos buenos.
Pueden cultivarse mediante labores adecuadas, de fácil aplicación.
Estos suelos
difieren de los de la clase I en distintos aspectos. La principal diferencia
estriba en que presentan pendiente suave, están sujetos a erosión
moderada, su profundidad es mediana, pueden inundarse ocasionalmente y pueden
necesitar drenaje. Cada uno de estos factores requiere atención especial.
Los suelos pueden necesitar prácticas comunes, como cultivo a nivel,
fajas, rotaciones encaminadas a la conservación de los mismos, mecanismos
de control del agua o métodos de labranza peculiares. Con frecuencia
requieren una combinación de estas prácticas.
Clase
III. Los suelos de esta clase se hallan sujetos a importantes limitaciones
en su cultivo. Presentan serios riesgos de deterioro. Son suelos medianamente
buenos. Pueden cultivarse de manera regular, siempre que se les aplique
una rotación de cultivos adecuada o un tratamiento pertinente. Sus pendientes
son moderadas, el riesgo de erosión es más severo en ellos y su
fertilidad es más baja.
Sus limitaciones
y sus riesgos son mayores que los que afectan a la clase anterior, estas limitaciones
con frecuencia restringen las posibilidades de elección de los cultivos
o el calendario de laboreo y siembra.
Requieren
sistemas de cultivo que proporcionen una adecuada protección vegetal,
necesaria para defender al suelo de la erosión y para preservar su estructura
(fajas, terrazas, bancales, etc). Puede cultivarse en ellos el heno u otros
cultivos herbáceos en lugar de los cultivos de surco. Necesitan una combinación
de distintas prácticas para que el cultivo sea seguro.
Clase
IV. Esta clase está compuesta por suelos con limitaciones permanentes
y severas para el cultivo. Son suelos malos. Pueden cultivarse ocasionalmente
si se les trata con gran cuidado. Generalmente deben limitarse a cultivos herbáceos.
Los suelos
de esta clase presentan características desfavorables. Con frecuencia
se hallan en pendientes fuertes sometidos a erosión intensa. Su adecuación
para el cultivo es muy limitada. Generalmente deben ser dedicados a heno o a
pastos, aunque puede obtenerse de ellos una cosecha de grano cada cinco o seis
años. En otros casos puede tratarse de suelos someros o moderadamente
profundos, de fertilidad baja, o localizados en pendientes.
Clase
V. Los suelos de esta clase deben mantener una vegetación permanente.
Pueden dedicarse a pastos o a bosques. La tierra es casi horizontal. Tienen
escasa o ninguna erosión. Sin embargo, no permiten el cultivo, por su
carácter encharcado, pedregoso, o por otras causas. El pastoreo debe
ser regulado para evitar la destrucción de la cubierta vegetal.
Clase
VI. Los suelos de esta clase deben emplearse para el pastoreo o
la silvicultura y su uso entraña riesgos moderados. Se hallan sujetos
a limitaciones permanentes, pero moderadas, y no son adecuados para el
cultivo. Su pendiente es fuerte, o son muy someros. No se debe permitir
que el pastoreo destruya su cubierta vegetal.
La tierra
de la clase VI es capaz de producir forraje o madera cuando se administra
correctamente. Si se destruye la cubierta vegetal, el uso del suelo debe restringirse
hasta que dicha cubierta se regenere.
Clase
VII. Los suelos de esta clase se hallan sujetos a limitaciones permanentes
y severas cuando se emplean para pastos o silvicultura. Son suelos situados
en pendientes fuertes, erosionados, accidentados, someros, áridos o inundados.
Su valor para soportar algún aprovechamiento es mediano o pobre
y deben manejarse con cuidado.
En zonas
de pluviosidad fuerte estos suelos deben usarse para sostener bosques. En otras
áreas, se pueden usar para pastoreo; en este último caso debe
extremarse el rigor y el cuidado en su manejo.
Clase
VIII. Los suelos de esta clase no son aptos ni para silvicultura
ni para pastos. Deben emplearse para uso de la fauna silvestre, para esparcimiento
o para usos hidrológicos. Suelos esqueléticos, pedregosos,
rocas desnudas, en pendientes extremas, etc.
En resumen
los suelos de la clase I son suelos magníficos con todas sus características
idóneas (“sirven para todo, con altos rendimientos y se
pueden usar de cualquier manera”). Y conforme nos vamos desplazando hacia
las otras clases se van perdiendo prestaciones de los suelos.
En la práctica
para clasificar un suelo por este sistema de las Clases Agrológicas es
muy útil confeccionarse una tabla con los distintos valores exigidos
para cada parámetro en las diferentes clases (además facilitamos
la comprensión a los futuros lectores). Yo he utilizado la siguiente
tabla con buenos resultados. Para clasificar un suelo basta ir valorando la
mejor clase posible para cada parámetro y luego la clase del suelo queda
representada por la del peor parámetro (la clase más alta
de todas).